Argentina es un polvorín. Está cada vez más ascendido, lo decíamos en el día de ayer, lo que es el juego político, considerado así por la rosca política. En un salvse sí que puede también, dentro de ese juego, pero muy lejos, muy lejos de la realidad de la gente.

Las dos principales fracciones, tanto la oficialista como la opositora, están resquebrajándose. Y hay una tercera fuerza que irrumpe disruptivamente con fuerza de mesianismo, de autoritarismo, pero porque grita y porque además expone coherentemente sus conocimientos en materia económica para algunos sectores de la clase media que ya está resignada, que está destinado al fracaso, su economía familiar. Algunos sectores también de la clase alta que pueden ver una persona dura que pueda llegar. Y esto es muy preocupante, porque encima, además de dar señales de unión, de preocupación y de respuestas, lo que hace es terminar de desorientar a toda la población que no encuentra ningún candidato que los represente una especie de esperanza o alternativa hacia el futuro.

Solo el señor que se enoja, que grita como ellos, y que les dice que no le va a tener la mano para eliminar la casta política. Si estamos ante el principio de una radicalización en lo que es el pensamiento argentino y su posterior institucionalización en un cargo presidencial, es muy factible si los que tenían la responsabilidad de entender el reclamo de la gente, se siguen peleando por egoísmos de tener un puesto, poder y un buen pasado. La gente está diciendo borrón y cuenta nueva. Y los indicadores se dan cuenta de esto.

Horacio Moglia.