El primer caso conocido de covid-19 se sitúa en la provincia china de Hubei. Sin embargo, la alerta no saltó hasta diciembre
En diciembre de 2019, China reportaba un brote de una neumonía desconocida en la ciudad de Wuhan. La sospecha de estar relacionado con algún tipo de coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), como el que había provocado una epidemia en el país en 2003, enseguida despertó la alerta sanitaria. Ya en enero de 2020, las autoridades chinas confirmaron la presencia de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, que provocaba la enfermedad covid-19. Ante los nuevos casos fuera del país y el desconocimiento sobre la transmisión del virus entre humanos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió el inicio de una epidemia internacional.
China y diversos estudios en Occidente, no obstante, pronto demostraron que el virus circulaba desde noviembre de 2019, teniendo en cuenta cuando aparecieron los primeros síntomas en el primer grupo detectado y el periodo de incubación de dos semanas. Otros estudios fueron más allá y señalaron que el primer caso de covid-19 se habría dado el 17 de noviembre, misma fecha en la que China fija el primero conocido, que corresponde a un hombre de 55 años en la provincia de Hubei, cuya capital es Wuhan.
¿Es posible conocer el origen de la covid-19?
El primer caso conocido corresponde al “paciente uno”, ya que es muy difícil encontrar al paciente cero, es decir, el inicio del virus entre los humanos. Sin embargo, aproximar el origen ayuda a conocer cómo se ha introducido y propagado la enfermedad y, aunque no influye en cómo tratarlo, sí permitirá prevenir brotes similares. Este caso, por ejemplo, no tiene relación directa con el mercado de animales de Huanan, en Wuhan, donde se produjo el primer brote detectado en diciembre. Lo mismo ocurre con otros casos iniciales detectados, lo que amplía el abanico de hipótesis sobre cuándo y cómo comenzó a circular el virus.
La investigación de la OMS en marzo de 2021 sobre el origen del coronavirus en Wuhan abordó cuatro hipótesis, de las que estableció la zoonosis como la más probable. De ahí que la principal hipótesis es que el coronavirus causante de la covid-19 surgiera en murciélagos y, a través de un animal intermediario aún desconocido, se transmitiera a los humanos. En cambio, aunque sea posible, la OMS considera improbable la fuga de un laboratorio por los altos niveles de seguridad.
Por otro lado, la OMS no concluye sobre los primeros casos, pero reconoce que el virus circulaba fuera del mercado de Huanan en diciembre. En el informe revisa diversos estudios y advierte de la escasa calidad de aquellos que sitúan la circulación del virus antes de noviembre o en otros países. Sin embargo, diversas investigaciones basadas en casos concretos o en modelos matemáticos coinciden en situar el primer caso el 17 de noviembre de 2019.
La investigación posterior de la OMS, sin embargo, se ha estancado por las tensiones políticas entre países, en especial Estados Unidos y China, que han politizado la pandemia aprovechando para criticar la gestión del otro y responsabilizarle del origen del virus. Mientras, la OMS clama la urgencia de una mayor investigación independiente y transparente antes de que sea biológicamente imposible realizarla.
Una pandemia mundial
A finales de enero de 2020 se descubrió que el virus podía transmitirse entre humanos, pero se desconocían factores clave como la transmisión por el aire y entre asintomáticos. Esto retrasó la gestión y conllevó una rápida extensión del virus entre países, potenciada por la globalización y la interconectividad. El 11 de marzo de 2020, la OMS catalogó la covid-19 como una pandemia para acelerar la acción de los países y frenar la propagación.
La pandemia provocó la mayor recesión en la economía global desde la Segunda Guerra Mundial, pues medidas como el confinamiento o las restricciones de movilidad pararon la economía y afectaron sobre todo a países dependientes del turismo y las exportaciones. Por tanto, al deterioro en la salud que genera la propia enfermedad se añaden los que produce la crisis actual: un aumento de problemas psicológicos, la falta de atención médica a otras enfermedades o un mayor riesgo de pobreza.
Además, toda crisis ha sido caldo de cultivo para la agitación social. En el caso del coronavirus, numerosas protestas contra las medidas estatales se han extendido, en especial por aquellos países donde la falta de consenso político sobre la gestión de la pandemia ha acentuado la polarización. En España o Alemania, la extrema derecha alentó movilizaciones en contra de las restricciones del Gobierno, que derivaron en disturbios. Pero no solo la oposición ha utilizado la pandemia para desgastar a los Gobiernos.
La desinformación, facilitada por el desconocimiento y la sobreinformación actual, ha sido clave en la elaboración de discursos políticos también desde el Estado. En Occidente, Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil subestimaron los riesgos del virus por no querer frenar la economía. Asimismo, la pandemia ha brindado oportunidades tanto para reafirmar posiciones hegemónicas, como para provocar cambios geopolíticos, desprestigiando adversarios y ampliando la influencia mediante el comercio o las ayudas, como ha ocurrido con las vacunas.